Dentro de este México mágico, hacemos volar nuestra imaginación creativa construyendo alebrijes, fantasear con seres mitológicos como el chupacabras, emocionarnos con las machincuepas de la lucha libre o bien, apostado al misterio de ¿dónde quedó la bolita? pero en este mundo abstracto, lo que resulta todavía más increíble es que Alito Moreno y compañía se reeligió con 440 votos contra ocho sufragios en contra.
Lejos de esa fantasía, hay que recordar que el PRI son los restos de una dictadura perfecta, como lo calificara Mario Vargas Llosa en 1990, sus dirigencias son los últimos benefactores de la bonanza que se regalaron durante casi cien años a cambio del empobrecimiento de una sociedad que no alcanza a tomar aire.
Hidalgo, fue junto con el Estado de México, de los últimos bastiones del priismo nacional en donde pasara lo que pasara, el tricolor alcanzaba triunfos inimaginables como los alcanzados ayer por Alito Moreno.
La vida de los hidalguenses giró durante 93 años alrededor de ese partido. La economía tenía que ver con ellos, la educación, la vida sindical, el deporte, la cultura y hasta la religión, nada se salvaba de ese apetito inagotable que tenían sus abanderados.
Vivir fuera de ese sistema de control, era vivir en el error. Por ello, la industria internacional llegó, olieron la corrupción y huyeron, así vimos a correr a BMW ante los pellizcos de un gobernante; la ambición de empleados menores con Bombardier Aerospace y muchos ejemplos más.
Mientras otros se atragantaban robando la calidad de la obra pública que conseguían con ese abierto tráfico de influencias; sin que faltaran muchos que vivieron en mundos alternos de fantasía, por ejemplo, en grandes mansiones o encerrados en lujosos departamentos en Santa Fe, mientras un pueblo languidecía ante ese excesivo gasto.
Eso justamente fue el PRI en Hidalgo, tanto que existen barrios creados únicamente para ellos, para los inalcanzables. Lugares en donde las casas superan los 30 millones de pesos, tal como sucede con la actual secretaria general del CEN del PRI.
Cuando Alito Moreno habla de un partido progresista, seguramente no se refiere a ese partido en donde sus perfiles más distinguidos se robaban el medicamento, los vehículos, incluso hasta la historia misma de un pueblo como sucedió con la Maestranza.
Todas estas afrentas, por supuesto que no han quedado cobradas porque más de la mitad de la población de Hidalgo, para ser exactos el 52 por ciento, tiene necesidades básicas sin cumplir y son el resultado de aquel sistema viejo y caduco que, ante su inminente muerte electoral, se volvió más voraz y despiadado.
Ahora su reciclado dirigente le exige lealtad a su militancia, a sus estructuras, cuando nadie le ha hecho saber que tan sólo en Hidalgo ya no cuentan con militantes y sus perfiles de alto liderazgo como Viggiano Austria fue derrotada en algunos municipios hasta con el tres por uno. En fin, soñar no cuesta nada.