Decía una politóloga que, intentar hacer política sin poder o sin dinero, equivale a pretender pintar sin colores, y está máxima es lo que están experimentando en Hidalgo los rescoldos del PRI que mediante la victimización busca competir en estas elecciones, no para ganar, sino para sobrevivir al desprecio popular.

Esa mirada seca de decenas de hidalguenses que son plasmadas en las fotografías de los recorridos de los candidatos priistas, dan muestra que la memoria de la sociedad no se resetea con una palmadita en la espalda y una sonrisa fingida.

En esta nueva etapa que transitan, apenas se están rehaciendo al desconocer que sigue, pues sus gritos o manotazos ya carecen del poder del estado que explotaron por noventa y tres años.

Se ven tan disminuidos que caricaturizan su anterior figura de poder, al buscar cargos “chiquitos”, tal es el caso del ex gobernador que ahora bajó sus expectativas al buscar un cargo que ya tuvo hace 22 años. La moda vintage, en política nunca es plausible.

Y hora tendrá que dar la cara y decir que el dinero destinado para la salud o la educación fueron desviados alegando un desconocimiento, pese a los señalamientos directos de que el causante de los “pellizcos” al erario eran del propio gobernante.

Ante el estigma de la corrupción, la sociedad presupone un dejo de maldad que provoca el desaliento y una ausencia de credibilidad y cualquier justificación que exista le sabe a cinismo.

Y ese signo es lamentable para las sociedades, porque es cuando el electorado se repliega, asume una apatía y en veces emite un sufragio no por la mejor opción, sino de venganza para sentirse satisfecho.

Los tiempos son otros, ahora se van desechando a los aferrados, a quienes en la campaña los descubren como cascarones vacíos, como restos momificados de anteriores gestas políticas de altos vuelos.

Y no sólo hay candidatos de ese tipo, sino también candidatas gestadas en el odio de batallas perdidas. En el caso, de la desplazada ex diputada federal que ya tiene afianzado un lugar de privilegio busca minar el ánimo electoral enrareciendo el ambiente con acusaciones y señalamientos que el propio INE le echa abajo.

Ahora enfrentan una crisis con la interdependencia con el PAN, con quien hicieron alianza, por haber entregado espacios a quienes los tricolores consideran sus enemigos, no se sabe si políticos o de otra índole.

Francisco Olvera acusa que es inadmisible y poco ético del PAN abrir posibilidades que Israel Félix y su esposa Shadia Martínez puedan gozar del lugar de Guillermo Sanjuanero para llegar al Congreso.

Seguramente Israel Félix tiene información sobre como dejó la administración al concluir su sexenio y ello siente que lo deja expuesto ante cualquier indiscreción.

Son tiempos de guerra y no cabe duda que buscar pintar sin colores no es para los timoratos.

Nimiedades: La presencia de personajes indeseables en las candidaturas, realmente preocupa, porque sus intereses ya pertenecen a otros.

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