Tendrán más de tres décadas que Tula se encuentra colocada en la mira de los ambientalistas y de los profesionales de la salud quienes muestran su preocupación por los efectos negativos de una alta concentración de empresas altamente contaminantes y que de algún modo son las causantes de muertes y enfermedades inexplicadas, pero si explicables.

Apenas cinco días antes de concluir el sexenio de la transformación, como es llamada la administración de Andrés Manuel López Obrador nos sorprende con el decreto que busca salvar más de 36 mil hectáreas hidalguenses en donde viven unos 300 mil habitantes que muestran de distintas formas, afectaciones por la alta concentración de contaminantes en agua, aire y suelo.

Y cualquiera se puede decir sorprendido porque las tareas proyectadas a doce años no tendrán ningún recurso extraordinario. Es decir, que la Semarnat buscará apagar un infierno ambiental de trascendencia mundial sólo con saliva y sus buenas intenciones.

A lo largo del tiempo, hemos conocido de estudios realizados por prestigiadas instituciones como el Instituto Friderich Hebert, quien nos develó que los metales pesados como plomo, cadmio y estroncio ya se encontraban en la semilla del maíz, al igual que en leche. Las consecuencias nadie ha querido contarlas, todo es anécdota.

Vimos a niños con huesos de cristal en Tezontepec de Aldama, como producto de su cotidiana convivencia con un canal de aguas negras; o bien, el elevado incremento de cáncer en la colonia San José en Tula que obligó a instalar un hospital oncológico, al igual que la constante queja por los ataques de mosquitos en las riberas de la presa Endhó.

Y sin ir muy lejos, vemos los resultados de los análisis recién concluidos por Semarnat que advierte que los habitantes de Atitalaquia, Atotonilco Tula y Tepeji inhalan de manera permanente gases imperceptibles que lanzan al aire los procesos del combustible de Pemex. Y esos aromáticos producen cáncer y proceso mutagénicos, es decir que modifican el ADN de las nuevas generaciones.

Todos estos daños, que incluso ha repercutido en la salud de rodillas y caderas de los campesinos que riegan con las aguas del Río Tula, serán combatidos con la buena fe de una institución que en Hidalgo tendrá una plantilla no superior a los cincuenta empleados.

En verdad es necesario y urgente replantear este decreto, porque no se vale que la gran producción petrolífera, cementera y de productos químicos que se genera, sea pagada con esa indiferencia presupuestal.

La llegada de Claudia Sheinbaum a la Presidencia de la República es una gran oportunidad para el replanteamiento de este problema, que ella misma mencionó en sus visitas a Hidalgo. Esperamos esa voluntad humanitaria.


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