Un día como hoy, pero de hace 81 años, la vieja casona de la calle Mar del Norte número 20 en la CDMX, fue visitada por el general Leopoldo Treviño; el jefe de la Policía Secreta, pues buscaba a una estudiante desaparecida, pero no solamente halló enterrado el cadáver de la jovencita, sino a tres mujeres más sin vida, descubriéndose uno de los crímenes más aterradores de asesinos seriales mexicanos: el caso de Goyo Cárdenas, también llamado el Estrangulador de Tacuba.

Desde 1942, año en que se capturó al estudiante de Química y fue llevado al penal de Lecumberri, la casa donde Gregorio vivía, quedó abandonada. La vivienda que pasó a ser propiedad de unos familiares del criminal, nunca fue habitada y al paso de los años se fue deteriorando.

Aquellos muros de la casona que fueron los únicos testigos de los estrangulamientos de las mujeres con cordones y su posterior inhumación en el jardín, ahora ochenta y un años después fueron remozados y la casa restaurada, para ponerse en renta.

La casa del estrangulador de Tacuba | Foto: Especial
La casa del estrangulador de Tacuba | Foto: Especial

La vivienda de Mar del Norte (ahora con el número 50) tiene un portón verde que es asegurado con una cadena de acero en espera de un aventurado o despistado inquilino que se atreva a vivir en ese lugar que para muchos tiene fantasmas.

Sobre la misma calle de Mar del Norte y a escasos 50 metros de la casa, junto a una fachada sobrevive una cruz de cemento de dos metros de altura que antaño fue erigida a media calle para recordar a las víctimas del estrangulador.

Los vecinos han señalado que se puede sentir cierta extraña energía. Los dos cuartos de la casa que en 1942 fueron usados como el dormitorio y laboratorio de Goyo Cárdenas siguen allí.

La casa del estrangulador de Tacuba | Foto: Especial
La casa del estrangulador de Tacuba | Foto: Especial

A un costado de los cuartos, está el sitio donde existió el jardín que se usó de cementerio de las mujeres estranguladas, ahora es un solar.

Hasta hace unos meses dentro de la casa aún se conservaba una vieja consola tocadiscos en un taburete de madera que muy seguramente era usada por Goyo para escuchar música.

La historia cuenta que Goyo Cárdenas, un notable estudiante de química, contrataba a sexoservidoras con las que luego de sostener relaciones sexuales, perdía la cordura y enloquecido tomaba un cordón, para estrangular a sus víctimas.

La misma suerte corrió Graciela Arias, la compañera de escuela de Goyo, quien fue a la casa a terminar una tarea y al despreciar el amor de su amigo, el hombre la mató.

La leyenda urbana narra que el estudiante catalogado como genio, usó los cadáveres de las adolescentes para sus experimentos científicos y entre las cuatro paredes de su laboratorio intentó revivir a las muertas inyectándoles en el corazón la adrenalina que extraía de sus glándulas suprarrenales.

Luego de los fracasados experimentos, los cadáveres fueron enterrados en el jardín de la vivienda a pocos centímetros de profundidad.

El general Treviño que investigaba la desaparición de Graciela, entró en la casa y descubrió una fosa en el jardín, allí hallaron a Graciela Arias y tres cadáveres más, quedando descubierto el caso que escandalizó a todo México en los años cuarenta.

La historia de Goyo no terminó allí, pues tras un juicio, el estrangulador fue declarado loco y fue internado en el psiquiátrico de La Castañeda, donde se fugó años después. Tras su reaprehensión, Cárdenas fue llevado a Lecumberri donde cumplió su sentencia.

Al salir, Goyo y en un caso inaudito, el ex convicto fue recibido con aplausos en la Cámara de Diputados al considerársele un ejemplo de rehabilitación.

Sus últimos años de su vida los pasó con su esposa y sus cuatro hijos que procreó. Murió tranquilamente en su casa de Estados Unidos.

La casa del estrangulador de Tacuba | Foto: Archivo
La casa del estrangulador de Tacuba | Foto: Archivo

Pero la leyenda del monstruo sigue viva y en la calle Mar del Norte, todavía algunos vecinos, sobre todo los viejos, sienten escalofríos al pasar por la casa de Goyo, algunos incluso aseguran escuchar por las noches lamentos y gritos en el sitio donde asesinaron y enterraron a cuatro mujeres.

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